Sunday, April 15, 2007

Paranorama socio-económico de Argentina / Abril 2007

La economía crece, pero genera pocos puestos de trabajo

A pesar de que la economía ha crecido casi un 8% en promedio durante los últimos 4 años, los niveles de precariedad que se observan en el mercado de trabajo argentino son muy importantes.
La tasa de desocupación superó en 2006 el 12,3% de la población económicamente activa. Si bien las estadísticas oficiales marcan que el nivel de la desocupación es menor (10,2%), en esos datos se presenta a las personas que reciben un beneficio social (el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados) de 150 pesos (menos de 50 dólares) mensuales a cambio de una contraprestación “laboral” de 4 horas diarias en actividades comunitarias. Por supuesto, si bien la actividad que esas personas desarrollan pueden ser socialmente útiles, por supuesto no pueden ser considerados ocupados. En Febrero de 2007 más de 1 millón de personas eran beneficiarios de ese programa; en su mayoría (71,9%) son mujeres y relativamente jóvenes (65,3% de los beneficiarios tienen entre 26 y 45 años de edad).
Aun cuando hoy la economía se encuentra globalmente en un su punto más alto, superando el pico anterior de 1998 (el PBI era a finales de 2006 un 15% más alto), la tasa de desocupación es sólo levemente inferior a la vigente en aquel momento (12,4% en Octubre de 1998). Esto da cuenta de la pobreza del proceso de creación de empleos de la economía argentina. Mientras que la economía ha crecido desde el cuarto trimestre de 2001 un 36,2%, el empleo total sólo lo ha hecho en un 23,3%.
Esto es importante pues si bien la economía ha crecido rápidamente en los últimos años producto de la utilización de la capacidad instalada disponible y aprovechando el boom en los precios internacionales de los principales productos de exportación de Argentina (soja y petróleo), la capacidad de generar empleos se verá seriamente mermada. En efecto, ni bien la economía argentina crezca a tasas más “normales” (5% anual, que igual es una tasa de crecimiento alta para la experiencia histórica argentina), la capacidad de generación de puestos de trabajo caerá por debajo de la tasa de crecimiento de la población económicamente activa. Es decir, ni bien la economía se desacelere un poco, no se crearán puestos de trabajo en número suficiente como para absorber a los nuevos miembros de la fuerza de trabajo y a las trabajadores ya desocupados (hoy en día, más de 1.965.000 personas).

El capitalismo argentino crea puestos de trabajo precarios

No sólo la economía genera pocos empleos para la magnitud del problema ocupacional del país, sino que la calidad de esas ocupaciones es pobre. Esta es una característica del capitalismo argentino en la fase de consolidación del neodesarrollismo: en ella se encuentra instalada la precarización extrema de las condiciones de trabajo como parte del modelo de acumulación de capital.
La precarización del empleo supone que los puestos de trabajo que se crean son en su mayoría “en negro” (es decir, empleos en los cuales los empleadores no hacen los aportes a la seguridad social para sus trabajadores), mal remunerados, en condiciones de flexibilidad contractual (despido sin indemnización), sin cobertura por accidentes de trabajo y alta intensidad laboral (con alta proclividad a los accidentes), extrema flexibilidad horaria (por ejemplo, turnos rotativos) y funcional (un mismo trabajador debe realizar múltiples y variadas tareas, a voluntad del patrón), jornadas laborales extremas (muy largas, 10 o 12 horas diarias), etc. Esta situación que caracteriza al empleo asalariado se replica con peculiaridades en la expansión desmedida de las actividades por cuentapropia que actúan como refugio para muchos de los trabajadores que no encuentran empleo asalariado. Estas actividades se caracterizan por presentar en muchos casos altos niveles de subocupación horaria: los trabajadores no consiguen trabajar un número de horas mensuales suficientes como para obtener ingresos dignos por su trabajo.
Como señalamos, hoy en día, y a pesar de las declaraciones de los funcionarios estatales en contrario, más del 44% de los trabajadores asalariados se encuentran empleados “en negro”. Esto significa que sus empleadores no realizan los aportes correspondiente a la seguridad social. Esto implica que en el futuro millones de trabajadores no podrán gozar del beneficio de la jubilación. Por otro lado, si bien esa proporción se ha reducido desde 49,5% en 2003, la reducción ha sido mínima si se considera que la economía ha crecido a un ritmo insostenible en el mediano plazo. En síntesis, la promocionada política de combate al empleo “en negro” es un fracaso.
En lo que respecta a las condiciones en que realizan las actividades laborales, en los últimos años el número de accidentes de trabajo ha crecido de manera pavorosa. Entre 2003 y 2005, aumentó a casi 600 mil el número de trabajadores accidentados en sus lugares de trabajo, creciendo un 37%. Por cada punto porcentual de crecimiento del PBI ha crecido un 2% la tasa de siniestralidad laboral. Esto da cuenta de la presión que sufren los trabajadores en sus trabajos para garantizar las condiciones de rentabilidad de las empresas.

El capitalismo argentino paga salarios bajos, que no respetan los derechos humanos (necesidades básicas) de las personas

El poder de compra de los salarios de los trabajadores asalariados se encuentra muy por debajo de los niveles que tenían antes de la devaluación del peso a comienzos de 2002. A pesar del fuerte crecimiento económico, los salarios reales de los trabajadores se encuentran hoy en día aun 4% por debajo de los valores de finales de 2001. Este es un valor representativo del promedio de los trabajadores asalariados, pero cabe indicar que los trabajadores informales (“en negro”) tienen hoy en día salarios reales un 19,5% por debajo de 2001 y para los trabajadores estatales sus salarios están 26,7% abajo. Es decir que para casi el 70% de los trabajadores asalariados (informales y estatales) sus ingresos son al menos un 20% menores que antes de la devaluación.
Mientras que históricamente se asumió que la pobreza se vinculaba esencialmente al desempleo, en Argentina hay millones de trabajadores ocupados que son pobres. La evolución de los salarios nos lleva a que hoy en día la mitad de los trabajadores asalariados ganen menos de 690 pesos (221 dólares) por mes, mientras que la canasta básica total (la que evitaría que una familia caíga en la pobreza) supera los 949 pesos (304 dólares) mensuales para una familia tipo (2 adultos y 2 niños). Es decir, que los ingresos de estos trabajadores (5,5 millones de personas) deberían aumentar no menos del 37% para permitirles superar la línea de pobreza.
El millón de personas que recibe el subsidio del Plan Jefes y Jefas de Hogar, tienen ingresos que representan 15,8% del valor de la canasta de pobreza. Por otra parte, desde Junio de 2002, año en que fue creado el Plan, los beneficiarios reciben el mismo monto (150 pesos por mes, por familia). Debido a la inflación, el poder de compra del beneficio del Plan se ha reducido en un 33%.
Si un porcentaje elevado de la población tienen ingresos por debajo de la línea de la pobreza, un porcentaje aun mayor carece de ingresos suficientes para adquirir la canasta familiar, es decir conjunto de bienes y servicios que garantizan un nivel de vida digno. El valor de esa canasta es hoy en día de alrededor de 2400 pesos mensuales (769 dólares) para una familia tipo. Dado que el salario promedio de los trabajadores asalariados es de sólo 854 pesos (274 dólares), aun cuando dos personas adultas trabajen, el promedio de los hogares tendrá ingresos que son un 29% inferiores a la canasta familiar. Por su parte, los trabajadores por cuenta propia (no profesionales) tienen ingresos mensuales de 700 pesos.
El conjunto de los indicadores presentados conducen a que la incidencia de la pobreza y la indigencia sean en la Argentina uno de los principales problemas. A pesar de que como dijimos ya se ha superado el nivel más alto de actividad económica alcanzado a mediados de los noventa, los niveles de marginalidad social son enormes, aun mayores que en aquellos años. El 26,9% de las personas (unos 9 millones de habitantes) se encuentran por debajo de la línea de la pobreza a comienzos de 2007. Además, un 8,7% de la población del país es indigente, con ingresos que no superan los 330 pesos mensuales de ingresos para una familia tipo.
Un último dato significativo es que no sólo la pobreza absoluta es un problema en Argentina, tambien la desigualdad (la pobreza relativa) lo es. Mientras que en el anterior pico de crecimiento económico (1998) el 10 por ciento más rico de la población se apropiaba de 22,8 veces más ingresos que el 10 por ciento más pobre, en 2006 esa relación supera las 27 veces. Además, los hogares más pobres (el 20% con menores ingresos) han visto reducirse su participación en el total de los ingresos en el mismo período. Si antes se apropiaban del 4,5% del total, ahora sólo reciben el 3,8%.

La Argentina parece más rica (el PBI es el más alto en los últimos 8 años) pero su pueblo es más pobre, marginado y fragmentado.

  • La mitad de los asalariados gana sólo el 73% de lo que necesitaría para que su hogar pudiera superar la pobreza a partir de su trabajo.
  • Para la mayoría de los asalariados, el poder de compra de sus ingresos laborales es al menos 20% más bajo que en 2001.
  • Casi el 9% de los habitantes del país (3,3 millones de personas) viven con poco más de 1 dólar por día.
  • Cerca del 27% de las personas viven en Argentina con menos de 3 dólares por día de ingresos.
  • Un millón de personas reciben el subsidio de 150 pesos del plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, el cual les permite adquirir sólo el 15% de la canasta básica total.
  • La desigualdad de ingresos se mantiene elevada. Los más ricos reciben 27 veces más ingresos que los más pobres.

Saturday, April 14, 2007

Socio-economic situation in Argentina / April, 2007

The economy grows, but it creates too few labor posts

Even though Argentina’s economy has growth almost 8% in average during the last 4 years, the levels of precariousness that can be seen in the labor market are still very important.
In 2006 the unemployment rate was 12,3% of the economically active population. While official statistics showed a lower level of unemployment (10,2%), they include as employed those people who receive a social benefit of 150 pesos (less than 50 dollars) a month in exchange for 4 hours of daily “labor” in community activities (the social program for unemployed heads of households, “Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados”). Of course, while these activities may be socially useful, they cannot be considered as employment. In February 2007 more than 1 million people were beneficiaries of this program. The majority were women (71,9%) and relatively young (65,3% of beneficiaries have between 26 and 45 years of age).
Even when the economy is globally in its highest point, outreaching the previous peak (the GDP was at the end of 2006 15% higher than in 1998), the unemployment rate is only slightly lower than in was back then (12,4% in October 1998). This accounts for the poverty of the employment creation process of Argentina’s economy. While the economy has grown 36,2% since the last quarter of 2001, total employment has only grown 23,3%.
This is important since while the economy has grown rapidly in the past years due to increased utilization of installed productive capacity and record international prices of Argentina’s main export commodities (soy and petroleum), in the near future its ability to generate employment will be seriously threatened. In fact, as well as the economy returns to “normal” growth rates (5% annually, which is a high growth rate from Argentina’s historical experience), the capacity of employment generation will fall below the growth of the economically active population. As soon as the economy slows down a little, it will not create enough jobs to absorb the new members of the labor force and those already unemployed (today, still more than 1.965.000 people).

Argentina’s capitalism creates precarious jobs

Not only does the economy generate few jobs for the size of the occupational problem of the country, but also the quality of the jobs it does create is very poor. This is a characteristic of Argentina’s capitalism in the phase of consolidation of the neo-developmentism: it has installed an extreme precariousness in the working conditions as part of the model of capital accumulation.
Employment precariousness implies that most labor posts created are “not-registered” (called “in black”: jobs where the employers do not make the mandatory social security deposits for their workers), they are badly paid, in flexible contractual conditions (possibility of cheap firing of workers), without insurance for labor accidents and high labor intensity (with high proclivity to accidents), extreme shift flexibility (for example, rotating work shifts) and functional flexibility (one same worker has to perform several different and varied tasks, at the bosses’ will), extreme working days (very long, 10 or 12 daily hours), etc. This situation that characterizes salaried employment is replicated with peculiarities in the unchecked expansion of self-employment, which works as a refuge for many workers that cannot find adequate salaried employment or no salaried work at all. These activities are characterized for showing high levels of hourly under-employment: workers cannot find enough hours of work so as to obtain a sufficient income.
As we stated, despite state officials declarations to the contrary, more than 44% of salaried workers are employed “in black” (un-registered). This means that their employers do not make the mandatory deposits for social security. This implies that in the future millions of workers will not have any benefits for old age (pension benefits). On the other side, while this proportion has gone down from 49,5% in 2003, the reduction has been minimal if we consider that the economy has grown at an unsustainable rate in the medium run. Synthetically, the policy for reduction of “black” labor can be deemed a failure.
Regarding the conditions in which labor activities are performed, in the recent years the number of labor-related accidents has increased greatly. Between 2003 and 2005, the number of workers that have suffered accidents at work has grown by almost 600.000, more than 37%. For each percentage growth in GDP the rate of labor accidents has increased two percentage points. This accounts for the pressure that workers are suffering in their jobs to warrant the profitability of enterprises.

Argentina’s capitalism pays low wages, which do not sustain people’s human rights (basic needs).

The purchasing power of wages of salaried workers is lower today than before devaluation of the peso at the beginning of 2002. Even with strong economic growth real wages are today 4% lower than at the end of 2001. This value represents an average for the totality of salaried workers but we must indicate that for informal workers (“in black”) real wages are 19,5% lower than in 2001 and for state employees wages are 26,7% lower than in 2001 in real terms. That is, for almost 70% of all salaried workers (informal and state employees) their incomes are still at least 20% lower than before devaluation.
While historically in Argentina poverty has been related to unemployment, today there are millions of employed workers who are poor. The evolution of wages has taken the country to a situation in which half of salaried workers earn less than 690 pesos (221 dollars) a month, while the basic consumption basket (that which makes a family exit income poverty) tops 949 pesos (304 dollars) a month of the typical family (2 adults and 2 kids). This means that the income of these workers (5,5 million people) should increase at least 37% just to allow them to escape poverty.
The one million people that receive the social benefit of the program “Jefes y Jefas de Hogar” have incomes that represent only 15,8% of the value of the basic consumption basket: they are poor. On the other hand, since June 2002, when the program was created, the beneficiaries receive the same amount of money (150 pesos a month, less than 30 dollars, per family). Due to inflation, the purchasing power of the benefit has been reduced by 33%. The state is sustaining an income-support program that maintains people in absolute poverty.
While a high proportion of the population has incomes below the poverty line, there is an even higher proportion that lacks incomes to buy the family consumption basket, that is the bundle of goods and services that provides for a decent standard of living in Argentina. The value of such a basket is today 2400 pesos a month (769 dollars) for a typical family. Given that the average wage for salaried workers is of only 854 pesos (274 dollars), even when two adult members of the family work, in average the households obtain incomes that are 29% inferior to the family consumption basket. Meanwhile, self-employed workers (non-professionals) have average monthly incomes of 700 pesos.
As a whole the data presented explains why the incidence of poverty and indigence are still one of Argentina’s main problems. While, as already stated, the level of economic activity has surpassed the peaks of the nineties, the levels of social marginality are huge, even greater than in those years. 26,9% of the population (about 9 million inhabitants) lives below the poverty line in early 2007. Besides, 8,7% of the population of the country is indigent, with incomes that do not exceed the 330 pesos (100 dollars) a month for a typical family.
A further significant datum is that not only absolute poverty is a problem in Argentina, but also inequality (relative poverty) is. While in the previous economic peak (1998) the wealthiest 10 percent of the population appropriated of 22,8 times more income than the 10 percent with the lowest income, in 2006 this ratio has grown to 27 times. Besides, the poorest households (20% with the lowest income) have seen their participation in total income reduced in the same period. The appropriated 4,5% of total income then, while now they receive only 3,8%.

Argentina seems rich (the GDP has reached its highest point in 8 years) but its people are poorer, marginalized and fragmented.

  • Salaried workers earn only 73% of what they need for their home to exceed the poverty line through their own labor effort.
  • For most wage earners, the purchasing power of their labor incomes is 20% lower than in 2001.
  • Almost 9% of the population of the country (3,3 million people) lives with little less than 1 dollar a day.
  • Almost 27% of Argentina’s population lives with less than 3 dollars a day.
  • One million unemployed receive a subsidy of 150 pesos from the program “Jefes y Jefas de Hogar Desocupados”, which allows them to buy only 15% of the basic consumption basket.
  • Income inequality remains high. The richest receive 27 times more income than the poorest.

Sunday, April 08, 2007

Mirando a la distancia. Tendencias recientes del capitalismo argentino

Mirando a la distancia. Tendencias recientes del capitalismo argentino.
x mariano féliz (abril de 2007)

Las que siguen son unas notas, parte de un texto en elaboración. Es sólo la primera parte; la segunda deberá esperar unos días todavía. Son apuntes e ideas para discutir, polemizar, compartir.

Predecir el futuro no es fácil, más bien es imposible. Lo que puede hacerse si es analizar, reflexionar sobre las tendencias actuales y pasadas que constituyen el movimiento de la sociedad y, junto con la comprensión lo más precisa posible de la lógica que la estructura, plantearse un horizonte probable. Ese horizonte nunca será certero. Es más nunca será real más allá de nuestro propio accionar pues nuestra praxis puede alterarlo, aun si marginalmente. Sin embargo, el horizonte podrá darnos los parámetros principales a tomar en cuenta en nuestra lucha cotidiana si bien no un guión detallado de lo que ocurrirá.

Dictadura, convertibilidad y la economía desde el 2002

La sociedad argentina es hoy día el producto de 30 años de reestructuración capitalista. Nos parece que si algo queda claro es que ha terminado ese proceso, iniciado brutalmente en 1975, acelerado entre 1976 y 1983 y concluido y consolidado en la década de los noventa.
Hoy está claro que el capitalismo (la sociedad) argentino(a) está dominada por el capital bajo la forma de capital transnacional o transnacionalizado. Si la dictadura militar sentó las bases políticas del triunfo del gran capital en la reestructuración, los noventa consolidaron las bases económicas del mismo. La salida de la convertibilidad sólo dio por sentado lo que se sabía: que al menos a corto plazo la disputa estaba saldada; el capitalismo argentino estaba en condiciones a partir de allí de expandirse sostenidamente en un ciclo largo de al menos dos o tres lustros, tal vez con breves pero leves interrupciones.
La consolidación de la reestructuración y conclusión también marcaron lo que había de fondo pero que parecía oculto. La preeminencia del capital financiero era sólo aparente, siendo sólo una forma necesaria de manifestación de la crisis (inconclusa) del capital como un todo. Hoy está claro que el dominio del capital en Argentina se sustenta en su capacidad de explotación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales (las dos fuentes de riqueza) y no en la ‘timba financiera’. Hoy queda más claro que la llamada ‘valorización financiera’ no es una forma permanente del capital sino que era la manifestación de su crisis y de la necesidad de reestructurarse. El capital asumió su forma dineraria para salir de una situación de ‘empate social’ y contribuir a destruir ese equilibrio. La centralización y concentración del capital (desaparición de miles de empresas, privatizaciones) en los últimos 30 años no habría sido posible sin la presencia, subordinada, del capital financiero. Hoy esta forma del capital sólo opera como reaseguro para las necesidades del capital en su totalidad.
La dominación del capital sobre la sociedad argentina pareció cuestionada en la crisis iniciada en 1998 y concluida brutalmente en 2002. Sin embargo, más allá de las apariencias, esa crisis fue distinta a las anteriores. Fue una crisis ligada al desarrollo capitalista, a la consolidación de las formas capitalistas de producción y reproducción de la sociedad. A diferencia de las anteriores crisis, la misma fue causada por la acelerada acumulación de capital, por la creación de nuevos negocios, por el aumento de la productividad y el aumento de la explotación del trabajo, es decir por el pleno desarrollo de las tendencias intrínsecas a la forma capitalista de sociedad.
Eso explica la modalidad que asumió la salida y las tendencias subsiguientes. La modalidad fue la devaluación ‘exitosa’. La devaluación ha sido una forma típica de la crisis en Argentina, típica de la crisis en la periferia del mundo. Pero la devaluación es exitosa, a los fines de la reproducción de la sociedad bajo formas capitalistas, cuando los precios suben pero los salarios no, cuando conduce a la configuración de condiciones adecuadas a la producción de plusvalor y crea, simultáneamente, un patrón distributivo adecuado para la expansión sostenida de la demanda de mercancías. Eso fue lo que ocurrió desde 2002.
La salida de la convertibilidad no se tradujo en hiperinflación. A diferencia de quienes no comprendieron lo que estaba ocurriendo, las condiciones estructurales de la economía argentina son diferentes a las de las etapas anteriores. La inflación (menos la hiperinflación) no es un fenómeno meramente ‘objetivo’. No es resultado simplemente del exceso de demanda, de la falta de oferta, del déficit fiscal (del gobierno nacional o provincial), la emisión ‘espuria’ (o no) de dinero. La inflación es una forma de manifestación del conflicto (social) de clases y por lo tanto está ligado a la dinámica de éste. A la salida de la convertibilidad no había un cuestionamiento estructural de los sectores trabajadores sobre el capital, ni había mecanismos que institucionalizaran tal cuestionamiento (indexación salarial, por ejemplo).
La salida de la convertibilidad implicó fundamentalmente una desvalorización de la fuerza de trabajo (mediante la caída en el poder de compra del salario) y la desvalorización del conjunto del capital (quiebra de empresas, absorción de una empresas por otras) y las mercancías producidas domésticamente, cuyos valores se redujeron en dólares (moneda internacional o dinero mundial). Esto permitió recrear las condiciones para la valorización del capital a escala ampliada, es decir creó las condiciones para que la producción capitalista en Argentina fuera nuevamente rentable.
Las condiciones internacionales favorables (precios altos para las exportaciones, elevado crecimiento del comercio mundial, apertura de nuevos mercados como el Chino o Indio, etc.) crearon condiciones para acelerar la recuperación de la acumulación capitalista (crecimiento económico) pero no crearon las condiciones estructurales para ese proceso. La convertibilidad y su fin lo hicieron.
La desvalorización de la fuerza de trabajo ratificó la precarización estructural de las condiciones de trabajo y la concentración de los ingresos en manos de los no-trabajadores (clases dominantes) y la concentración del capital ratificó el patrón de especialización productiva (exportador de recursos naturales, con o sin manufactura).

El futuro ya llegó, hace rato.

En la actualidad (2007) presenciamos la consolidación de ese patrón de desarrollo capitalista. Se mantienen las condiciones estructurales de precariedad de las condiciones de trabajo y el predominio del crecimiento ligado al saqueo de los recursos naturales.
Sin embargo, el crecimiento ha creado (nuevas) mejores condiciones para la lucha de los trabajadores, en particular de los ocupados. El crecimiento en el empleo (aun precario) favorece la organización y la lucha aun en el caso de los trabajadores más vulnerables. Los triunfos han sido evidentes (pase a convenios mejores, aumentos en las remuneraciones).
Esto no significa que las batallas ganadas nos deban conformar. Estamos aun lejos de condiciones de trabajo ‘dignas’ en perspectiva histórica. Hoy, la pobreza alcanza a casi el 30% de la población (según la cuestionable estadística oficial); hace poco más de 30 años, no superaba el 5%. Tres millones de personas hoy en día pasan hambre en nuestro país; hace poco más de tres décadas, el hambre era desconocido entre nuestros compatriotas. La pobreza era un problema de marginalidad social, hoy la pobreza es un problema de los trabajadores, integrados en la producción y reproducción del sistema. Hoy el trabajo no dignifica, pues no permite una vida digna.
Las condiciones de reproducción del capitalismo argentino suponen la perpetuación de la precariedad estructural de las condiciones de vida de la mayoría de la población. El desarrollo capitalista en Argentina se ha consolidado como un patrón de ‘miseria planificada’ como señalaba Walsh en su lúcida carta. Esa es la economía política del Sr. Kirchner.

El futuro se acerca, despacio pero viene.

Esas son las condiciones, las tendencias, pero nada dicen del futuro. El futuro está como siempre en nuestras manos aunque, como sabemos, lo construiremos en condiciones que no elegimos. Esas condiciones cambian con el desarrollo del tiempo histórico, con el desarrollo del conflicto social, con la lucha, resistencia y organización del pueblo y la acción (y reacción) de las clases dominantes.

Tendencia inflacionista

Una de las tendencias presentes en el capitalismo argentino contemporáneo es la inflación. Algo ya dijimos al respecto: la inflación no es producto del ‘exceso de demanda’ o ‘la falta de oferta’; tampoco es producto del déficit público o la emisión de moneda.
La inflación es una modalidad, una forma, del conflicto de clases. La suba de precios es un mecanismo que el capital tiene a su mano para devaluar a la fuerza de trabajo. Si el capital no puede enfrentar las subas salariales directamente y no puede hacerlo a través del Estado y sus topes salariales, buscará aprovechar su control colectivo sobre los precios para bajar el valor de la fuerza laboral.
Los precios suben no porque haya quienes ‘controlan’ los precios sino porque la competencia inter-capitalista opera como un mecanismo para buscar garantizar la rentabilidad del capital. Mientras que a corto plazo, la inflación será el medio más directo para contener y reducir a la fuerza de trabajo, a mediano plazo será la inversión, la reestructuración productiva, el aumento en la productividad y la explotación laboral, el medio elegido. La primera alternativa se prolongará más en tanto más puedan contener las presiones obreras para mejorar sus condiciones de trabajo.
La inflación seguirá elevada porque (a) el capital no aceptará sin más la mejora en los salarios, (b) porque hay sectores del capital cuyos rentabilidades relativas están ‘atrasadas’ (por ejemplo, servicios en general, en particular servicios públicos privatizados), (c) porque hay cierta presión de la demanda internacional de algunas mercancías importantes en la canasta de consumo (alimentos, combustibles). Sin embargo, no hay mecanismos institucionalizados que multipliquen las presiones inflacionarias (mecanismos indexatorios). Por lo pronto, la inflación se mantendrá por encima de un dígito pero no hay indicios de una ‘estampida’ ni mecanismos para propagarla.
Esto no significa que no haya quienes lideren las subas de precios o que las mismas no puedan ser contenidades parcialmente. Los grandes capitales, en todas las ramas de la producción, lideran la fijación de precios. Sin embargo, la tendencia de los mismos, tiene una determinación ‘objetiva’ fuertemente ligada a la dinámica de acumulación de capital y la tendencia a la igualación intersectorial de tasas de ganancia. Claro que los grandes ‘monopolios’ tienen cierta discrecionalidad en la fijación de precios, pero discrecionalidad parcial no implica lisa y llana unilateralidad u omnipotencia.
En este marco, podemos entender mejor la política del gobierno y su preocupación por contener los salarios dentro de un techo. Primero, dado que los salarios que más suben son aquellos de los trabajadores más organizados y estructuralmente mejor posicionados (formales, en grandes empresas, en ramas industriales más competitivas y mecanizadas), se acrecienta la brecha de la desigualdad inter-salarial y se hace más difícil contener las presiones de otros sectores del trabajo, así como el discurso progresista ligado a la igualdad. Por otra parte, dado que son los grandes capitales quienes acuerdan los mayores salarios, son ellos mismos quienes estan en mejores condiciones de intentar compensar sus ganancias con mayores precios, acentuando la inflación. Está claro que una suba de salarios liderada por los trabajadores informales difícilmente podría trasladarse a los precios, mientras que la suba de los más formalizados tiende a generalizarse. Tres, la mayor presión para subir salarios y la suba de precios conspira contra la política fiscal, pues aumenta la necesidad de aumentar los salarios de los trabajadores estatales, jubilaciones, subsidios, etc.
Por último, en buena medida la política de crecimiento se sostiene en el tipo de cambio real alto, o si se quiere en bajos salarios reales. Sólo en esas condiciones, el capitalismo argentino está en condiciones de sostener elevadas tasas de crecimiento con superávit externo y superávit fiscal. Sólo con los superávits gemelos puede el gobierno afrontar el pago a los acreedores sin complicar el frente fiscal y el frente externo. Esta restricción estructural (estructurante) del actual patrón de crecimiento crea límites serán defendidos sin dudas por el capital y el Estado.

Tendencia expansionista

He aquí el segundo punto de conflicto. Sostener el crecimiento alto y estable es el leit motiv del gobierno y el capital. Solo de esa manera puede simultáneamente garantizar solvencia fiscal, reducción (aunque sea marginal) en los indicadores de pobreza y desempleo y la rentabilidad del capital. Para lograr esto el gobierno apela a apuntarlar (a) el boom de la producción y exportación de recursos naturales, (b) sostener el aumento en el crédito, (c) contener los salarios y mantener alto el tipo de cambio real.
La devaluación creó las condiciones objetivas que reconstituyen la renta ‘agraria’ en la Argentina. La renta hace referencia a las condiciones extraordinarias que permite que en determinadas actividades, los capitales operantes obtengan superganancias o ganancias que superan la media del conjunto de las actividades capitalistas en un espacio territorial. La devaluación no sólo permitió desvalorizar la fuerza de trabajo sino que dio lugar a la regeneración de rentas sostenidas en actividades de explotación de recursos naturales, desde la producción agropecuaria y maderera a la explotación minera y petrolera. A las condiciones domésticas se suman excelentes condiciones internacionales.
En segundo lugar, el crecimiento se apoya en el aumento de la producción de mercancías de consumo durable (electrodomésticos, autos, etc.) e inmuebles. Ambos conjuntos de ramas de actividad sustentan su desarrollo sobre todo en la redistribución negativa del ingreso provocada por la consolidación del patrón de desarrollo post-convertibilidad (que en otro lado hemos denominado neo-desarrollista). La caída en los salarios reales, fue acompañada de un crecimiento acelerado en los ingresos de los sectores que derivan sus ingresos del capital. Estos incluyen un pequeño pero importante número de gerentes, jefes y otros asalariados que cumplen las funciones del capital en diferentes puntos del proceso de producción social. Estos sectores se apropian de una porción sustancial de los ingresos y están en la base de la expansión acelerada del consumo (que se nota sobre todo en las ventas de centros comerciales, más que en supermercados; también, en las ventas de autos y viviendas), sin que esto signifique ignorar la expansión de la masa salarial.
El proceso de aumento del consumo de mercancías de consumo durable e inmuebles requiere en buena medida del crédito que permite financiar gastos importantes sin necesidad de ahorrar. La expansión crediticia requiere el relajamiento de las condiciones de acceso a los mismos (por ejemplo, reducción de garantías requeridas) y liquidez excedente (es decir, tasas de interés bajas). En este sentido, ha sido fundamental la política de compra masiva de dólares por parte del Banco Central para ampliar la base de la expansión del crédito, es decir la oferta de dinero líquido.
Tercero, el crecimiento se sustenta en el tipo de cambio real alto. Es decir, en un dólar caro. Esto redunda en un abaratamiento relativo de las mercancías de producción local cuando sus precios se miden en dólares, es decir en el mercado mundial, pero un aumento de su precio medido en pesos, es decir para el mercado interno. Así, en comparación con los precios de los mercancías producidas en otros países del mundo (es decir, en dólares), los precios de los productos locales han caído un 34% desde diciembre de 2001; por otro lado, en comparación con los salarios, la canasta básica ha subido desde diciembre de 2001 un 31% más. El dólar alto baja los salarios reales (su poder de compra) pero aumenta la ‘competitividad’, eufemismo para decir que aumenta la rentabilidad de las empresas. Sin que ellas hagan nada, el dólar alto aumenta la posibilidad de producción y expansión, al reducir la competencia de los productos importados y aumentar la rentabilidad de la producción para la exportación.
Se observa, entonces, la consolidación de un patrón de crecimiento extractivo-saqueador (podríamos decir, siguiendo a Harvey, geográfo marxista, de “acumulación por desposesión”), basado en una estructura productiva concentrada y concentradora, orientada hacia el exterior (la competitividad externa siendo el parámetro de la ‘sustentabilidad’ del crecimiento). El histórico patrón de economía dependiente potenciado y adaptado a la era del capital trasnacional.

Tendencia a la pauperización (relativa)

Durante muchos años el capitalismo argentino mostró una tendnecia profundamente regresiva. De ser un país sin pobreza ni marginalidad, con salarios altos y desempleo relativamente bajo y relativamente equitativo, se ha convertido en un territorio que ha retrocedido un siglo en el nivel de vida de su población.
25 años de reestructuración regresiva condujeron a esta situación. En todo caso, esa etapa ha concluido. Hoy el capitalismo argentino ha comenzado un proceso de expansión en-y-a-través de la pobreza.
Ya no se vislumbra el retroceso permanente en las condiciones materiales absolutas, pues el capital hoy todo lo domina. Su reestructuración ha concluido por ahora, la crisis de hegemonía al interior del capital se ha resuelto a favor del capital trasnacional(izado). El capital tiene una hegemonía sustancial sobre la sociedad en su conjunto. Esto significa que, como señalamos, podemos esperar un largo período de crecimiento. Y esto implica que tendremos un sostenido aumento en el empleo. El crecimiento puede frenarse sin dudas si se deterioran, por ejemplo, fuertemente las condiciones externas. Pero las condiciones estructurales ya mencionadas, justifican nuestra expectativa.
El crecimiento sostenido augura el fin de la hipótesis del ‘fin del trabajo’. El desempleo abierto podrá llegar sin lugar a dudas a niveles que rondarán el 6-7% de la población activa. Igualmente, se consolidará una masa importante de desocupados ‘ocultos’, desocupados estructurales, de magnitud considerable. Sin embargo, si el crecimiento económico cae a niveles más parecidos a los valores históricos (no superiores al 5% anual, frente a más del 8% anual los últimos 4 años), la economía no creará puestos de trabajo suficientes como para absorber a la población que busca incorporarse al mercado de trabajo.
Sin embargo, el capital necesita tanto del desempleo como disciplinador de la fuerza de trabajo como del trabajo asalariado como fuente de la riqueza bajo la forma de valor y por tanto del plusvalor (ganancia). Es decir, que la acumulación de capital supone en el tiempo la creación de más puestos de trabajo.
Lo anterior no significa que el empleo sea de calidad. Tal cual hemos señalado, las condiciones de vida de la población chocan contra los objetivos de expansión del capital en esta etapa transnacional. El empleo crecerá pero tenderá a ser precario, flexible y mal remunerado. La idea del trabajador pobre, inconcebible hace medio siglo, es la realidad del capitalismo argentino en el presente. Si antes alcanzaba que un miembro del hogar trabajara 8 o 10 horas diarias para vivir dignamente, hoy se necesitan 2 o 3 veces ese esfuerzo (dos o tres integrantes por hogar, con jornadas de 10 a 12 hs) para apenas alcanzar la canasta familiar; la mayoría de los hogares sólo así llega a superar la pobreza.
Junto al patrón de empleo precario y mal remunerado, se ha consolidado un modelo de alta desigualdad distributiva. A la proletarización de los sectores medios de las clases trabajadoras (proletarización acompañada de empobrecimiento absoluto y relativo) se suma la consolidación de un núcleo reducido de asalariados bien remunerados en posiciones de gestión, dirección y jefatura en la estructura social de producción. Estos últimos, en tareas directamente ligadas al concepto de capital, reciben ingresos directamente ligados a la rentabilidad y por lo tanto contrapuestos a los ingresos del resto de los asalariados.
Por esto, la desigualdad entre el capital y el trabajo se traduce simultáneamente en una desigualdad sostenida al interior de la masa de ingresos del trabajo. A pesar de cuatro años de crecimiento, el 20% más rico de los hogares se apropia aun de al menos el 39,5% de los ingresos, solo dos puntos porcentuales menos que al comienzo del actual gobierno. Igualmente, cualificamos la afirmación con el término ‘al menos’ pues el relevamiento oficial sólo registra fehacientemente los ingresos salariales, por trabajo a cuentapropia y jubilaciones; los ingresos ligados a ganancias de capital, ganancias financieras, beneficios, etc. están fuertemente subrepresentados en la información disponible. Para hacerse una idea, el ingreso total anual del 80% de los hogares de menos ingresos (con ingresos totales que no superan la canasta familiar de 2400 pesos) representa sólo el 25,3% del consumo total. El resto, es decir casi tres cuartos del consumo total (74,7%) es realizado por el 20% de los hogares más ricos con ingresos que superan la canasta familiar. Dado que los ingresos totales declarados por ese conjunto de población representa sólo el 16,5% del consumo total, el 58,2% restante proviene de ingresos no declarados en la encuesta, precisamente directamente ligados a la rentabilidad del capital. De aquí se desprende que la desigualdad en la distribución de los ingresos (y por consecuencia, de la riqueza en un sentido general) no sólo no se reduce o lo hace de manera insignificante para corregir la tendencia de las últimas décadas sino que es mucho mayor.

Tendencia dependentista.

Siempre se habló de la dependencia de la economía argentina. Al comienzo fue dependencia frente al capital español, luego al británico, más tarde con el norteamericano. La dependencia fue primero esencialmente comercial-mercantil, luego centralmente financiera, más tarde vinculada a la inserción creciente del capital productivo. Luego de la reestructuración, la dependencia del ciclo del capital en la Argentina se acrecienta y multiplica.
Hoy el comercio exterior representa, entre exportaciones e importaciones, más del 44% del ingreso, el doble que hace una década. La mayor parte de ese comercio está concentrado en un pequeño número de grandes capitales. La principal fuente de divisas son las ventas de productos primarios, sus manufacturas y combustibles y energía. Desde el punto de vista de las importaciones, y a pesar del fuerte aumento en el precio del dólar, las mismas representan el 19% del PBI (más que en los noventa) y se concentran en más del 80% en medios de producción e insumos. Es decir, están directamente ligadas a las necesidades de reproducción del capital y no a las necesidades de consumo de la población.
El endeudamiento externo (el capital bajo su forma financiera) siempre fue parte del círculo de la dependencia del ciclo del capital local. Desde el préstamo Baring en el siglo XIX, hasta la crisis de la ‘tablita’ de Martínez de Hoz y la estatización de la deuda privada con Cavallo en 1982, incluyendo luego el plan Brady en 1990 y el tandem corralito-default en 2001-2002, el financiamiento externo del ciclo del capital ha sido parte integral de nuestra dependencia. Hoy esa dependencia del capital en su forma-dinero es equivalente al 60% del PBI, superando los 129 mil millones de dólares y siendo mayor que diez años antes.
Tercero, el ciclo del capital se encuentra hoy más que nunca dominado por el capital trasnacionalizado. Entre las grandes empresas, el capital extranjero participa apropíandose en 2004 de más del 81% del ingreso y el 76% del valor de producción, a pesar de representar sólo el 58% de las firmas. Esto valores más que duplican el peso del capital extranjero al interior del gran capital en comparación con 10 años antes.
El ciclo de producción y reproducción del capital, que incluye el pasaje del mismo de manera continua y necesaria a través de las formas de capital dinero-financiero, capital mercancía y capital productivo, se encuentra hoy más que nunca atravesado por la dominación del capital a escala internacional.

Más allá de las tendencias. La lucha y la acción del sujeto (del cambio) social.

Hemos señalado las tendencias, las fuerzas que dominan el movimiento del capital en la Argentina actual. Pero estas no son tendencias en un sentido meramente matemático, no son ‘leyes de hierro’ de la reproducción capitalista en nuestro país.
Las tendencias del capitalismo son resultado de la fuerza de las relaciones sociales de producción que el mismo presupone y pone continuamente. Por lo tanto son producto solo y tan solo de la capacidad de los sectores dominantes de producir y reproducir esas relaciones. Relaciones que, por otro lado, suponen la constitución permanente de las condiciones de dominio del capital como fuerza social sobre el no-capital, la contracara del mismo, el trabajo (que no es más que nuestra fuerza vital). Son por ello resultado tambien de nuestra incapacidad como fuerza social antagonista de bloquear tal proceso.
El capitalismo se reproduce sobre la base de la reducción de las personas a mera fuerza de trabajo. Esto significa que sólo en tanto aceptamos las condiciones de alienación (heteronomía o imposición del trabajo y sus condiciones) y explotación de nuestra actividad vital puede el sistema reproducirse. Sólo nuestro rechazo activo a esa tendencia impide que el capital continúe con su marcha de saqueo de nuestros recursos, de nuestro tiempo, de nuestra vida. Esa es la batalla cotidiana en que estamos inmersos.

(continuará)

Wednesday, April 04, 2007

Clase, lucha y organización. Una experiencia de lucha de los trabajadores municipales en la ciudad de La Plata

Clase, lucha y organización. Una experiencia de lucha de los trabajadores municipales en la ciudad de La Plata (Buenos Aires, Argentina, 2006)
por Mariano Féliz, Febrero de 2007(1)

1 Introducción
Hacia finales de julio de 2006 tres trabajadores de la Secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad de La Plata eran ‘desvinculados’ de su lugar de trabajo. Esta situación no era nueva. Otros dos trabajadores habían sido echados poco tiempo antes del Consejo de la Mujer y la Dirección de Control Urbano.
Sin embargo, el despido de los empleados ‘contratados’ en Desarrollo Social desató un importante conflicto en el que terminaron involucrados funcionarios municipales, los gremios de trabajadores municipales (en particular, ATE y UPCN) y organizaciones sociales de la región (en particular, las enroladas en el Frente Popular Darío Santillán).
En estas notas buscamos analizar la dinámica del conflicto, reflexionando sobre la forma y naturaleza de esa acción colectiva. A continuación se relatan los principales hechos que caracterizaron la acción. Luego, se analizan las relaciones entre las condiciones estructurales y el conflicto. Más adelante, se discute el proceso de toma de conciencia de su situación por parte de los trabajadores en el proceso de la lucha. En la sección 5 se analiza el lugar que jugaron las organizaciones gremiales y sociales en la estructuración del conflicto. Por último, discutimos el por qué el conflicto analizado es adecuado pensarlo en términos de clases. Luego presentamos algunas conclusiones, reflexiones y las referencias bibliográficas.
2 La experiencia de la lucha
La desvinculación de los trabajadores mencionados no fue un simple despido. En realidad, ellos eran parte de los cerca de 4000 trabajadores municipales en la ciudad de La Plata que se encuentran trabajando bajo formas de contratación precarias.(2)
En la municipalidad de La Plata, cerca del 85% de los empleados trabajan bajo regímenes laborales de alta inestabilidad: entre otros, principalmente mensualizados o contratados. El primer régimen supone un contrato anual, que se renueva mes a mes de manera automatica; los trabajadores cuentan con horas extras, movilidad, viáticos, pueden sacar días por enfermedad, salario familiar, vacaciones, etc. En el caso de los contratados, sus contratos vencen cada tres meses y los trabajadores bajo ese régimen carecen de los beneficios antes mencionados.(3) Si bien estos regímenes laborales son aplicados indiscriminadamente violan abiertamente la legislación que establece que los trabajadores con más de 12 meses de contrato deben ser pasados a planta permanente (artículo 7, ley 11.757).
El despido de los trabajadores que desataron el conflicto abierto se produjo luego de varios meses de conflictos parciales por la baja de algunos contratos en diferentes áreas de la municipalidad. Desde marzo de 2006 los trabajadores contratados de la Dirección de Control Urbano habían comenzado a movilizarse por el pase a planta permanente y mejores condiciones laborales, luego comenzaron a movilizarse los trabajadores ‘contratados’ del Zoológico y Paseo del Bosque, y más tarde los del Parque Ecológico y el área de Desarrollo Social.(4)
Desde agosto de 2006, los trabajadores que habían sido despedidos recientemente encararon el reclamo por “…la inmediata reincorporación al trabajo de los 5 trabajadores despedidos, …el pase a plata permanente de los compañeros que superan los 12 meses de contrato…y un salario básico que supere la canasta de $850”.(5) Esa era la demanda que expresaban los trabajadores cesanteados. Claro está materializaba un arco amplio de reivindicaciones que superaba la mera reicorporación de los trabajadores despedidos, detonante concreto de las movilizaciones. De alguna manera, intentaban convocar al resto de los trabajadores municipales a luchar colectivamente para superar un conjunto de condiciones estructurales que afectaban a la mayoría de ellos. Los trabajadores cesanteados intuían que “cuando las instituciones reúnen a la gente en situaciones estructuradas de manera parecida, es probable que los individuos sientan que sus quejas privadas son compartidas colectivamente y pueden resolverse también colectivamente de la misma forma” (Eckstein, 2001: 48).
El conflicto se manifestó bajo una multiplicidad de formas. El repertorio de la acción colectiva (Auyero, 2002) incluyó: cuatro movilizaciones frente a la Municipalidad, una Olla Popular (28 de septiembre), un “Escrache al Trabajo Precario” (24 de agosto), dos volanteadas en las sesiones del Consejo Deliberante de la Municipalidad, campaña de recolección de firmas en la calle, tres jornadas de radio abierta en la puerta del Palacio Municipal, dos cortes de calle frente al Banco Municipal de La Plata (Av. 7 y 49) el día de cobro. Además, realizaron numerosas volanteadas, pintadas y pegatinas de carteles en varios sitios de la ciudad y lugares de trabajo.(6) Estas manifestaciones eran las formas que asumió la acción colectiva de los trabajadores e implican una redefinición del espacio público (Scribano, 2002: 80). A través de estas “acciones puntuales fugaces”, donde se “condensa y reproduce la identidad de los actores en conflicto” los trabajadores cesanteados buscaron obtener visibilidad social (‘instalar’ su problemática) intentando dar la pelea en la “batalla por la apropiación de sentido”.
En estas manifestaciones participaron activamente numerosas organizaciones sociales y políticas locales. Entre ellas se encontraban la agrupación de trabajadores ocupados La Fragua (en el Frente Popular Darío Santillán, FPDS), las agrupaciones estudiantiles en el FPDS, la Federación Universitaria de La Plata (FULP), el Movimiento Intersindical Clasista (MIC) y miembros de otras organizaciones territoriales, culturales y de desocupados.(7) Cabe señalar que dos de los trabajadores despedidos a finales de Julio de 2006 se habían integrado recientemente a La Fragua en el FPDS.(8)
A la lucha para ‘instalar’ el tema en la comunidad, se sumó el intento por involucrar a los gremios de trabajadores municipales en la defensa de los trabajadores despedidos. En un primer momento, los trabajadores despedidos se habían afiliado a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), buscando cierta cobertura legal y apoyo. El respaldo del gremio fue efectivo durante buena parte del conflicto (en agosto la conducción de ATE señalaba que “el gremio continuará la lucha hasta el final”(9)). Según los propios trabajadores cesanteados “ATE durante casi todo el conflicto se puso la lucha al hombro y, con grandes errores,… fue el sustento económico indiscutible de las movilizaciones”.(10) Sin embargo, ese apoyo se diluyó en la medida en que se aproximaban las elecciones dentro de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) y que parte de los trabajadores despedidos se encontraban enrolados, a través de La Fragua, en el MIC que encabezaba listas de oposición a la conducción dentro de la CTA.(11) Luego de las elecciones de la CTA, la Asociación de Trabajadores del Estado abandonó definitivamente la defensa de los trabajadores despedidos.(12)
“La lucha continuó por diferentes caminos, en la calle y también en los escritorios”(13). Los trabajadores cesanteados buscaron la intervención del Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, quien exortó al Municipio a reincorporarlos. Asimismo, los trabajadores consiguieron que el Consejo Deliberante repudiara los despidos por unanimidad; el proyecto de reincorporación quedaría, sin embargo, ‘cajoneado’(14).
La respuesta de las autoridades municipales frente al conflicto fue variando con el tiempo. En un comienzo, el municipio abrió el diálogo con los trabajadores despedidos prometiendo la ‘reubicación’ de los mismos a partir de septiembre, sin embargo se negaba a firmar un acuerdo por escrito.(15) Los funcionarios designados para la negociación buscaron dilatar una resolución con el objetivo de diluir el conflicto en el tiempo. Señalaban los trabajadores cesanteados “el objetivo era dilatar, creían, que de alguna manera esto se iba a desinflar, y por otro lado querían dividir el espíritu de grupo que se formó”.(16) Sin embargo, progresivamente la voluntad de diálogo se fue cortando y comenzaron a producirse amenazas a quienes protestaban o se solidarizaban con los trabajadores cesanteados.(17)
Luego de las elecciones de la CTA, ya sin el ‘paraguas’ de ATE, con un debilitamiento generalizado del apoyo al conflicto, el mismo se ‘desinfló’. Los trabajadores no lograron ser reincorporados pero, significativamente, el Municipio detuvo los despidos y comenzó el pase progresivo a planta permanente de una parte importante de los trabajadores precarizados.
3 La precariedad como forma de las relaciones laborales en el siglo veintiuno.
El conflicto que acabamos de presentar se produjo en el marco de elevados niveles de precariedad en la inserción laboral de los trabajadores municipales. Ese es el marco estructural a partir del cual pueden comprenderse las características que asumió la disputa por la reincorporación de los trabajadores cesanteados y el pase a planta permantente del resto de los trabajadores precarizados.
La precarización del empleo es la forma que asume en el capitalismo el trabajo asalariado a comienzos del siglo XXI. En el ámbito de la ciudad de La Plata, a comienzos de 2006 el mercado de trabajo presentaba los siguientes rasgos estructurales: la tasa de desocupación llegaba al 12,8% de la población económicamente activa, los asalariados mejor pagos ganaban 17,6 veces más que los asalariados peor pagos, al menos el 30% de los hogares no alcanzaban la línea de la pobreza, más del 70% de los hogares tenían ingresos que no cubrían la canasta familiar, y casi el 38% de los asalariados carecía de descuentos jubilatorios.(18)
¿En ese marco que lugar juega el Estado, en este caso el Estado municipal? Partimos de interpretar que el Estado es una forma social, es decir una forma objetivada de expresión de las relaciones sociales en el capitalismo (Holloway, 2004: 92). En particular, el Estado es una mediación que manifiesta el situación particular de la relación (lucha) de clases.
Por ser una forma social capitalista, el Estado tiende a reproducir los patrones de organización de esa sociedad. Por un lado, la separación del trabajo de sus medios (de producción y reproducción). De la misma manera que en la típica empresa capitalista el trabajador es sistemáticamente separado del producto de su trabajo enfrentando al capital como un agente externo (el producto de su trabajo se le contrapone como capital), el trabajador estatal (municipal) enfrenta a sus condiciones de producción (el propio Estado) como poder ajeno que lo domina. Esto implica, entre otras cosas, la verticalización de las relaciones de trabajo y la tendencia a la división entre el trabajo ‘intelectual’ (de concepción de las tareas) del trabajo ‘manual’ (de ejecución). Por otro lado, las condiciones de trabajo en el propio Estado reflejan la evolución de las condiciones laborales en el conjunto de la sociedad. La precarización de las condiciones de trabajo en el conjunto de las empresas capitalistas, se reproduce en la estructura del Estado en todos sus niveles.
De esta manera, las instancias municipales del Estado han acompañado las tendencias generales del capitalismo doméstico. El deterioro en las condiciones generales de trabajo y, en particular, de contratación han tenido importantes efectos sobre la estructura política de la clase trabajadora al interior del aparato municipal.(19)
En efecto, el cambio en las condiciones de contratación hacia formas de asalariado precarizado (que incluyen contratos laborales precarios y formas de trabajo terciarizadas) se ha traducido en una debilidad estructural del conjunto de los trabajadores ocupados en la municipalidad de La Plata.(20) La amenaza del despido o no renovación del contrato es un elemento clave para comprender el porque de la limitada respuesta del conjunto de los trabajadores del municipio frente a los despidos. Si bien el agravio que se manifiesta en las pobres condiciones de trabajo y las magras remuneraciones es permanente, las posibilidades de custionalas son limitadas por el gran riesgo que implica la organizar de los trabajadores. Por descontentos e insatisfechos que estén con las características de su trabajo y sus ingresos, el marco en que trabajan reduce las posibilidades de un desafío colectivo (Eckstein, 2001: 23). Por ese motivo, las expresiones de rebelión o resistencia tienden a permanecer latentes, veladas o manifiestas bajo formas de resistencia cotidiana, en particular en el caso de los trabajadores estatales reduciendo la intensidad del trabajo, trabajando a desgano, etc.(21) La condición de debilidad que explícitamente expresa el contrato laboral precario se manifiesta concretamente en la unilateralidad total con que los superiores al interior del municipio pueden decidir la terminación del contrato.
4 De la alienación a la organización
El despido de los tres trabajadores del área de Desarrollo Social se produjo precisamente porque ellos junto con otros compañeros de trabajo habían comenzado a organizarse para reclamar por su precaria situación laboral y las formas y modalidades de organización del trabajo.(22)
Pocas semanas antes de que se produjeran los despidos que desataron el conflicto, un conjunto de trabajadores del área de Desarrollo Social de la Municipalidad de La Plata habían comenzado a juntarse para discutir las características de sus tareas y la posibilidad de modificarlas. Fundamentalmente, estos jóvenes trabajadores habían comenzado a cuestionar las condiciones en las que realizaban su actividad (actuaban como una suerte de ‘operadores comunitarios’ estatales). Comenzaron a rechazar los límites que se les imponían a la posibilidad de repensar la forma concreta del trabajo que desarrollaban, a la vez que cuestionaron la incongruencia entre la política social del municipio en teoría y como ellos (los trabajadores del área) efectivamente la llevaban adelante con los pocos medios que tenían a disposición. “Inicialmente creamos un espacio para poder pensar y charlar lo que les pasaba en relación al trabajo con la gente de los barrios y las contradicciones que esto [nos] generaba”, señalaron los trabajadores despedidos que pertenecían a La Fragua(23). Esas contradicciones surgían en parte de las dificultades que encontraban para llevar adelante las tareas encomendas: había problemas en la entrega de alimentos, los talleres que se organizaban se realizaban de manera discontinua, los lugares de trabajo no tenian baño, etc.
De esas reflexiones se pasó rápidamente a discutir y cuestionar las precarias condiciones de trabajo. Se estaba constituyendo rápidamente una red de conflictos, es decir un espacio de antagonismo producto de la “diversidad de valorizaciones que tienen dos o más agentes sobre un bien que evalúan como importante” (Scribano, 2002: 76). Fue a partir de ese momento que comenzaron a crearse las condiciones subjetivas que condujeron a los despidos y al conflicto por las reincorporaciones. El cuestionamiento de los trabajadores de la modalidad de trabajo implicaba, de hecho, una descalificación de la jerarquía preestablecida (una descalificación a la actividad de los jefes y supervisores) y un rechazo de la alienación que esa jerarquía reflejaba. Sus planteos cuestionaban la separaración real que había entre la definición de la política social y la forma en equella se ejecutaba. Por otra parte, el cuestionamiento a las condiciones de contratación implicaba un rechazo a la contradicción real que existía entre un discurso oficial de combate al empleo en negro y condiciones de empleo calamitosas.
Los trabajadores rápidamente decidieron concretar su afiliación sindical con el fin de cubrirse frente a posibles represalias. Decidieron agremiarse bajo la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Ese “era el gremio que más nos cerraba”.(24) La alternativa de la no afiliación y la organización bajo la figura de ‘autoconvocados’ fue discutida por los trabajadores pero descartada pues evaluaron que necesitaban una mayor cobertura jurídica. Mientras estaban en proceso de elección de un delegado para el gremio, se producen los despidos.
El inicio de las reuniones entre los trabajadores provocó un revuelo entre los directivos del área de Desarrollo Social. Estas reuniones se constituyeron en las primeras acciones en que comenzaba a concentrarse la disputa de intereses y valoraciones que constituirían y reorientarían la red de conflictos; eran las primeras “expresiones” del conflicto (Scribano, 2002: 79).
Si bien los superiores se manifestaban a través de un discurso “paternalista” y “participacionista”, la organización de los trabajadores fue visualizada como una “traición”.(25) La decisión de afiliarse al gremio, determinó el quiebre definitivo de la relación. Junto a los despidos de los tres trabajadores más activos, los directores aplicaron un discurso que buscó conseguir la moderación en el resto de los trabajadores del área, con veladas amenazas. Comenzaban a sucederse los distintos “episodios” del conflicto, pues empezaba a evidenciarse “la red conflictual en términos de posiciones antagónicas y de la constitución y visibilidad identitaria” (Scribano, 2002: 80).
Junto a la precariedad de la situación de los trabajadores que no habían sido despedidos, las amenazas actuaron como un freno a su participación activa en defensa de sus compañeros. “El hecho de los despidos, nos cambia el eje de discusión y los objetivos. Ahora lo prioritario era la reincorporación…si era difícil comenzar a construir algo, ahora desde el lugar del despedido, era casi imposible que se sumen compañeros”(26).
5 De la lucha y las nuevas formas de acción colectiva y organización
Si bien los trabajadores cesanteados y organizados eran pocos consiguieron orquestar un arco de actividades de elevado impacto en la sociedad (que incluyeron, como señalamos, algunas movilizaciones importantes). Esto tuvo como correlato la imposibilidad de parte de las autoridades de negarse a conversar con los trabajadores. Esta situación marca una cierta contradicción con la debilidad estructural que enfrentaban los trabajadores cesanteados y sus compañeros. Esta contradicción puede ser aprehendida teniendo en cuenta los cambios que se han producido en la composición política de la clase trabajadora en los últimos años.
El concepto de composición de clase hace referencia a la articulación de las estructuras de poder al interior de la clase trabajadora (Cleaver, 1992). Esa composición se ve alterada por las transformaciones que se producen en la ‘estructura’ de clases y por las modificaciones en las formas organizativas de la clase obrera. La descomposición y recomposición política de la clase trabajadora hace referencia a las transformaciones en las formas en que se manifiesta la voluntad organizativa de la clase y su capacidad de acción. Mientras la forma sindicato (en particular, el sindicato por rama o sector) se constituyó en el eje articulador del poder obrero durante buena parte del siglo veinte, los últimos 30 años han dado cuenta del surgimiento de nuevas formas de organización del poder del trabajo.
Un ejemplo de eso es, en el caso que analizamos, el Frende Popular Darío Santillán (FPDS). Esta organización articula en su seno un conjunto de organizaciones políticas y sociales muy variadas: organizaciones de trabajadores desocupados, organizaciones estudiantiles, organizaciones de trabajadores ocupados, etc.(27) Esta organización surge como un desarrollo y expresión de la nueva forma que ha asumido la clase trabajadora en la actualidad. Frente a la fragmentación y precarización de las modalidades de contratación, al incremento en el desempleo de larga duración, el aumento del trabajo informal, etc., las viejas formas organizativas de los trabajadores (como los sindicatos, ATE o UPCN por ejemplo) se presentan como formas con limitada capacidad de respuesta.
Por un lado, frente a la creciente precarización laboral, una buena parte de los trabajadores quedan fuera del ámbito de incumbencia formal del sindicato (terciarizados, trabajadores informales, cooperativizados, por supuesto trabajadores despedidos, etc.). Por otra parte, la forma sindicato se ha convertido en una figura para-estatal. En lugar de reflejar la auto-organización de los trabajadores, actúa más como forma objetivada para la administración del conflicto que como instrumento de lucha de la clase trabajadora.
No es casual que en el caso del conflicto por el despido de estos trabajadores municipales, la militancia de algunos de ellos en el FPDS (en particular, en La Fragua) haya sido un elemento importante en el desarrollo de la lucha. Fueron estos trabajadores quienes buscaron movilizar al resto de sus compañeros despedidos, estableciendo contacto con ellos, acercándose a las asambleas de trabajadores de otras delegaciones municipales (como el Parque Ecológico, o el Zoológico).
La decisión de afiliarse al sindicato ATE tuvo que ver con la decisión táctica de aprovechar la estructura sindical para la lucha. Como ya señalamos, efectivamente el sindicato aportó recursos (en particular, económicos) para sostener el conflicto durante una etapa.(28) Sin embargo, la lógica de ATE condujo a dificultades. Por un lado, el sindicato trabaja con una estructura de delegados que no han surgido de la elección directa de sus compañeros de trabajo, sino que han sido elegidos por el gremio en función de su activismo.(29) Esto limita la capacidad de movilización de las bases de la organización sindical. Lo que sucede es que los delegados de los trabajadores antes que ser representantes de sus compañeros de trabajo, referentes y voceros, se ven transformados en delegados de la organización sindical frente al resto de los trabajadores.(30) De esta manera, la organización sindical que debería actuar como forma que expresa el contendido de las reinvindicaciones de los trabajadores termina siendo una forma que los oprime y domina, limitando antes que potenciando su capacidad de organización y lucha.(31) Lo que ocurre es que la forma-sindicato como proceso de abstracción real termina por “dominar y estabilizar lo político sobre la base de la enajenación” (Tischler, 2004: 110). “La conciencia de clase aparece como atributo de la forma, la cual somete al contenido… de forma tal que la institucionalización de la lucha de clases sustituye la auto-organización y la auto-determinación de los trabajadores” (Tischler, 2004: 110).
En segundo lugar, dado que el sindicato ve a los activistas como potenciales miembros de la organización (es decir, potenciales militantes de la lista oficialista, Lista Verde en ATE y CTA) más allá de los conflictos puntuales, juega un papel muy importante el que estos activistas no sean o no sean vistos como integrantes de otras corrientes políticas o líneas internas dentro del sindicato. En efecto, en una primera instancia, los trabajadores despedidos miembros en La Fragua, sintieron la necesidad de ocultar su pertenencia a esa organización.(32) En ese interín, fueron testigos de comentarios despectivos (‘macartismo’) de los dirigentes de ATE hacia los militantes de otras corrientes de trabajadores, en particular el Movimiento Intersindical Clasista (MIC) en el cual La Fragua participa. La relación entre los trabajadores despedidos y el gremio se fue deteriorando en la media en que se fueron aclarando los posicionamientos al interior de las corrientes políticas.
Señalabamos el papel del cambio en la composición política de la clase trabajadora para dar cuenta de las características que asumió el conflicto. En efecto, en las distintas movilizaciones y actividades que se llevaron adelante en reclamo por la reincorporación de los trabajadores despedidos, hubo una importante participación de los militantes del FPDS. Si bien el sindicato aportó recursos económicos para sostener las radios abiertas, imprimir volantes, etc. no podía, por las limitaciones antes mencionadas, garantizar la movilización de sus ‘representados’.(33) Por el contrario, a pesar de no formar parte directamente en el conflicto, una importante cantidad de las bases del FPDS participó activamente del mismo. El FPDS aportó a los trabajadores cesanteados un marco identitario dentro del cual sostener su propia lucha, teniendo en cuenta que la identidad (colectiva) puede ser entendida como la “posibilidad limitada pero abierta… capacidad determinada por los otros en una relación de búsqueda de sentido” (Scribano, 2002: 72).
Por otro lado, mientras mayoritariamente los propios trabajadores de la municipalidad no participaron activamente de las protestas (por las condiciones estructurales ya mencionadas, por el bajo grado de politización, por la actitud de los gremios, etc.), participantes de organizaciones que, en principio, no tenían nada en juego en este conflicto apostaron de manera significativa a él. El carácter multisectorial de una organización como el FPDS le da la posibilidad de aportar sus capacidades organizativas y de lucha a conflictos diversos.
Algunos planteos de Melucci nos permitien explicar el lugar y el papel que tuvo el FPDS en la construcción de la acción colectiva motorizada por los trabajadores despedidos. Dice Melucci que “los movimientos sociales son sistemas de acción en el sentido de que cuentan con estructuras: la unidad y continuidad de la acción no serían posibles sin la integración e interdependencia de individuos y grupos” (Melucci, 1999: 37). Sin ese aporte de “estructuras” hubiera sido muy difícil para los trabajadores despedidos haber encarado el conjunto de acciones de protesta.
6 ¿Clase: lucha de clases?
El conjunto del análisis nos conduce a una cuestión central: la cuestión de la clase. Hemos tenido como presupuesto elemental del análisis que el conflicto analizado es un conflicto atravesado por lineamientos ‘de clase’. Fue una lucha de un sector de la clase trabajadora.
Obviamente, el planteo que hacemos no supone que la clase obrera, la clase de los trabajadores, sea un conjunto medianamente homogéneo de individuos que se encuentran en una determinada ‘posición estructural’. Como señala Vilas, “el riesgo de este tipo de propuestas es que, en la mejor tradición funcionalista, pueden terminarse reconociendo tantas clases como conjuntos sociales se definan; el concepto de clase pierde precisión” (Vilas, 1995: 73).
Siguiendo a Gunn, nosotros no partimos de la idea de que “las clases, como entidades pre-establecidas, entren en lucha” (Gunn, 2004: 20). Más bien, entendemos que, de alguna manera, “la lucha de clases es la propia clase”. La clase “no es un objeto sino el sujeto que lucha contra su reducción a objeto” (Tischler, 2004: 114). Los trabajadores se constituyeron en actor colectivo al dar su batalla por negar su ‘objetividad’ como mera fuerza de trabajo (hoy ocupada, mañana desocupada).
La propia red de conflictos que se manifestó en el Municipio platense a partir de los despidos de tres trabajadores es lo que constituyó el conflicto como conflicto de clases. Contra las concepciones que separan la posición ‘objetiva’ de la clase (en sí) de su potencial histórico (para sí), pensamos el mundo como una construcción humana (Bonefeld, 2004: 64). Por lo tanto, la propia acción de estos trabajadores (como actores de clase) para violentar las llamadas ‘condiciones objetivas’ (la modalidad de trabajo, el contenido del mismo, las condiciones de contratación, etc.) implica que ellos se constituían como clase ‘en sí’ y ‘para sí’ simultáneamente, en el mismo acto de rechazar la objetividad de las formas sociales, de organizarse contra-y-más-allá de esas formas. En realidad, no es posible separar la génesis de la existencia de la clase (Bonefeld, 2004: 64). Tal como sostiene Melucci, un movimiento social es una construcción social. “No son simplemente consecuencias de crisis o disfunciones, más que una expresión de creencias, la acción colectiva es ‘construida’ gracias a una inversión organizativa (Melucci, 1999: 37). “La subjetividad es al mismo tiempo una construcción y una existencia, es una tensión permanente entre descubrimiento y permanencia” (Scribano, 2002: 71-72).
El accionar de los trabajadores constituyó un rechazo al precepto fundacional del capital como relación social: “la separación del trabajo de los medios de producción” (Bonefeld, 2004: 46). De allí que fuera rechazado sin más. La mera crítica-práctica de las formas sociales constituidas (al Estado como forma del capital, a sus prácticas de gestión, etc.) ponen en evidencia su carácter antagónico y fetichista. Es así, que el conflicto no tiene lugar después de que la subordinación (de los trabajadores al capital) ha sido establecida, después de que las formas sociales han sido constituidas, sino que el conflicto es una batalla en torno a la subordinación de la práctica social (Holloway, 2004: 78).
Los trabajadores en conflicto abierto, aun luego de ser despedidos, continuaron disputando esas formas constituidas, ‘objetivas’. En lugar de aceptar el desempleo ‘sin chistar’, como un elemento ‘natural’ del funcionamiento de la sociedad capitalista, lo rechazaron. Con su lucha dejaron en claro que “la constitución de [las] formas [sociales] es en sí misma lucha de clases” (Holloway, 2004: 79). Como sugiere Tischler “la lucha de clases apunta a la libertad y no a la dominación. Lo que unifica al colectivo de los explotados y dominados es la lucha contra las condiciones que niegan su libertad” (Tischler, 2004: 115-116). Libertad para definir su hacer (en el trabajo y fuera de él), libertad para definir su hacer vital. Podemos señalar entonces que mientras que la existencia social del capitalismo se halla vinculada al hecho de “que la fuerza de trabajo no devenga clase obrera, sujeto social alternativo, sino individuos” (Bilbao, 1993: 11, citado por Vilas, 1995: 76), los trabajadores despedidos rechazaron ser tan sólo fuerza de trabajo, constituyéndose por un instante en clase obrera.
En esos ‘instantes’, momentos que cortan la duración de la dominación y suspenden la cotidianeidad basada en la fragmentación de una objetividad reificada, allí se produce una nueva subjetividad, “la cual tiene afirmaciones en su práctica inmediata (expresada en un lenguaje disruptivo, en nuevos conceptos, en ensayos de organización) pero es primordialmente negativa. Su sentido es la lucha contra las diversas formas de dominación” (Tischler, 2004: 114-115). Al reclamar su derecho a discutir la forma y contenido de su hacer y reclamar contra el despido arbitrario (que es la esencia de la forma de dominación capitalista), los trabajadores expresan un rechazo frontal a las modalidades de gestión de la sociedad.
La clase se constituye en la lucha y por medio de ella. La lucha de clase se expresa en el conflicto analizado en tanto el colectivo que se constituye (los trabajadores despedidos, la Fragua, el FPDS, otras organizaciones) actúan a los fines de rechazar, traspasar y “hacer estallar la forma apariencial de la objetividad social”. En ese ‘instante’, la clase es “condensación de la insubordinación de la materialidad de la existencia humana en acto” (Tischler, 2004: 113). Los trabajadores, como colectivo, como clase, rechazan la objetividad del trabajo asalariado, objetividad que presupondría la aceptación pasiva del despido y la vuelta al mercado de trabajo (el regreso al ejército de reserva).
7 Síntesis y conclusiones
El presente texto buscar analizar un proceso de lucha específico: la batalla de un conjunto de trabajadores municipales contra el despido arbitrario. Lo interesante de ese conflicto es que se originó en la voluntad de algunos trabajadores de organizarse para modificar sus condiciones materiales (‘objetivas’ y ‘subjetivas’) de producción.
El conflicto tuvo de particular la intervención activa de una organización política no sindical (el FPDS). Esta actuó buscó actuar como forma o estructura para la lucha. No quiere decir esto que lo haya logrado en su totalidad. En efecto, los trabajadores en lucha mantuvieron una relación ambivalente en relación con el sindicato ATE. Esa ambigüedad conspiró de alguna forma a aprovechar las potencialidades de los recursos organizativos disponibles.
Podríamos decir que el conflictó no alcanzó sus objetivos. Y, sin embargo, a su fin la Municipalidad de La Plata había comenzado un proceso de progresivo pase a planta permanente de los trabajadores contrados. Durante noviembre de 2006, el gremio UPCN que había estado al márgen del conflicto, realizó una movilización importante buscando capitalizar lo que podría entenderse como uno de los principales logros de las movilizaciones de los despedidos.
Por otro lado, si bien los trabajadores cesanteados no fueron reincorporados, la lucha, el conflicto les dejó un saldo en lo organizativo y en lo subjetivo importante. “Lo más importante de lo que quedó… fue la muestra de la Multisectorialidad del Frente expresada en la lucha en la calle. Estudiantes y desocupados apoyando la lucha de los ocupados… movilizaciones, ollas populares, volanteadas, escraches, sostenidos por estudiantes y desocupados en solidaridad con los trabajadores ocupados…También quedó la certeza de profundizar en el análisis de la precarización, ya que ésta implica la construcción de nuevas estrategias, de nuevas armas para que la lucha sea fértil”(34).
Notas
1 Mariano Féliz, docente-investigador de la UNLP, doctorando en Ciencias Sociales (UBA) / en Economía (Paris 13/Nord, Francia). Militante de Galpón Sur y La Fragua, en el Frente Popular Darío Santillán. Correo electrónico: mfeliz@ceil-piette.gov.ar / marianfeliz@gmail.com . Agradezco todos los comentarios y aportes recibidos, en particular de Melina, Lucas y Diego, a borradores de este texto que espero pueda servir para la reflexión colectiva.
2 Fuente: Documento 5.
3 Documento 1.
4 Documento 2.
5 Documento 1.
6 Documento 3.
7 Documento 3.
8 Su acercamiento a La Fragua se produjo luego de que por varios meses habían participado de la Red de Comercio Justo, un proyecto de distribución de las producciones de los emprendimientos productivos gestionados desde el FPDS en la zona sur del Gran Buenos Aires y el área de La Plata-Berisso-Ensenada.
9 Documento 4.
10 Documento 3.
11 La Fragua participa en la conformación del Movimiento Intersindical Clasista. En las elecciones de la CTA, realizadas el 9 de noviembre de 2006, el MIC participó con una lista opositora a nivel de la Provincia de Buenos Aires.
12 “Se borró olímpicamente llegado el momento de las elecciones de la CTA” (Documento 3).
13 Documento 3.
14 Revista La Fragua (2006)
15 Documento 4.
16 Documento 5.
17 Documento 3.
18 Fuente: Estimación propia sobre la base de datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Primer Semestre, 2006.
19 Estos cambios han producido efectos propios más allá de los cambios en la situación estructural del mercado de trabajo en el Gran La Plata.
20 La mayor debilidad se expresa en parte en las dificultades que muestran los trabajadores a través de sus organizaciones (en general, los sindicatos) para enfrentar la transformación ‘regresiva’ de las condiciones de empleo y reproducción social del trabajo.
21 Estas manifestaciones del ‘rechazo al trabajo’ alienado son más factibles en el trabajo en el sector público que en el sector privado, donde los mecanismos de control y dominación están más desarrollados.
22 Documento 3.
23 Documento 6.
24 Documento 6.
25 Documento 3.
26 Documento 6.
27 Una de esas organizaciones es La Fragua, un incipiente colectivo de trabajadores al cual pertenecían dos de los trabajadores despedidos a finales de Julio de 2006.
28 Pero no sólo recursos económicos aportó el sindicato. Dirigentes del gremio encabezaron las negociaciones con el municipio y el Ministerio de Trabajo por la reincorporación de los trabajadores despedidos.
29 La gran mayoría de los delegados de los trabajadores municipales en ATE habían sido elegidos por el gremio (“se había convertido en delegado a partir de la decisión de la gente de ATE”; Documento 6) y no porque eran representantes de sus compañeros de trabajo elegidos en asamblea o por algún otro mecanismo de participación.
30 De esa manera, los trabajadores ven al delegado sindical como ‘funcionario’ que debe resolver cuestiones cotidianas de carácter administrativo tales como problemas en las liquidaciones de viáticos, distribuir material de la obra social sindical, etc.
31 Esta situación se ve potenciada en un gremio altamente burocratizado como UPCN.
32 Documento 3.
33 Que, por otro lado, eran muy pocos. Los afiliados a ATE en la Municipalidad de La Plata eran unos 250 trabajadores de un total de aproximadamente 5000.
34 Documento 3.
8 Referencias bibliográficas
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Documento 3: “Balance de una lucha de La Fragua. Una lucha del FPDS contra la precarización laboral en la Municipalidad de La Plata”, documento interno, Agrupación de trabajadores La Fragua, Frente Popular Darío Santillán, Enero de 2007.
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Documento 5: “Escrache a los despidos y el trabajo precario”, Prensa De Frente, 29 de septiembre de 2006. (www.prensadefrente.org: 1 de febrero de 2007).
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