Thursday, December 16, 2004

Apuntes breves sobre la coyuntura económica (diciembre 2004)

Apuntes breves sobre la coyuntura económica
x mariano féliz, 16 diciembre 2004

1 Hacia una caracterización de la política económica
Mucho se ha hablado en el último año y pico sobre el supuesto “cambio de modelo” operado a partir de la salida de la convertibilidad y en particular a partir de la llegada de K. al gobierno.
Hagamos un análisis de algunas de los rasgos característicos de esta nueva etapa del capitalismo argentino a fin de determinar en qué medida ha habido cambios y en cuánto siguen perpetúandose las dinámicas de las últimas décadas.

1.1 Crecimiento económico.

Un primer punto para caracterizar al período presente se refiere al hecho real de que la economía se encuentra en expansión. El PBI ha crecido aceleradamente desde su punto más bajo en el primer trimestre de 2002. Sin embargo, la creación de valor en la economía argentina es aun más reducida que el punto máximo alcanzado en 1998. Si la expansión continúa recien a mediados de 2005, la masa de valor creada alcanzará ese valor pico. En 8 años la economía argentina no creció en términos globales y el ingreso por habitante se redujo un 10%.
La economía se encuentra creciendo sobre la base de una recuperación de la inversión privada. Decimos recuperación pues las empresas están recomponiendo y reparando sus máquinas y plantas luego de 4 años de deterioro progresivo en su capacidad productiva.
La salida de la convertibilidad y la devaluación del peso frente al dólar ha creado condiciones para que un conjunto de empresas encuentren rentables una serie de proyectos productivos que en el marco de las políticas de los noventa no lo eran. Se está produciendo un incipiente procesod de “sustitución de importaciones”. Incipiente pero débil y limitado, podríamos agregar. A pasar de la devaluación, que encareció por 2 el valor en pesos de los productos importados, hoy en día las importaciones representan en valor más del 16% del ingreso generado. De manera que aun con el dólar “caro” dedicamos como país muchos más recursos domésticos que en los noventa.
Por otro lado, las exportaciones no se han convertido (al menos por ahora) en el “motor del crecimiento” como esperaban quienes impulsaron la devaluación del peso. A pesar del fuerte incremento en la rentabilidad de las actividades exportadoras, las ventas al exterior han crecido muy poco en estos dos primeros años de la Argentina pos-convertibilidad. Además, la mayor parte del incremento en el valor exportado (en dólares) ha sido el producto de precios excepcionalmente altos para los principales productos de exportación (oleaginosas, soja, combustibles).
Por último, el consumo privado se está recuperando lentamente pero difícilmente pueda convertirse en un elemento que impulse un crecimiento acelerado, dada la débil expansión de la masa de ingresos de la población, en particular de los sectores trabajadores (asalariados y cuentapropistas).

1.2 Dinámica de ingresos.
Este es uno de los elementos de la etapa actual que marca una continuidad importante con el período anterior.
A partir de la salidad de la convertibilidad, la participación de los ingresos de los trabajadores en el ingreso total generado se redujo nuevamente, sosteniendo la tendencia iniciada a finales de 1955 y profundizada desde 1975. Incluyendo los ingresos de jubilados y pensionados, los trabajadores se apropian en la actulidad alrededor de 25,1% del ingreso total, mientras que a finales de 2001 acopiaban el 28,7% (hacia 1975 esa proporción era cercana al 45% y rondaba el 55% en el primer quinqueño de la década del cincuenta).
Esta situación se vincula con varios fenómenos que marcan la continuidad, y profundización, de las tendencias recientes del capitalismo argentino.
Por un lado, la devaluación sólo agudizó la tendencia sostenida al deterioro en los ingresos laborales de los trabajadores. Si tomamos los datos de salarios reales (es decir, el poder de compra de los salarios, su capacidad para adquirir mercadería y servicios) observamos que a la caída cercana al 10% durante la convertibilidad se suma el deterioro de 15% en los dos años subsiguientes (cabe agregar que el nivel salarial al inicio de la convertibilidad, post-hiperinflación, era ya un 20% inferior al promedio de la década de los ochenta). Si bien desde mediados de 2003 se observa una leve recuperación de los salarios, se observa un fuerte deterioro en relación a los valores medios de la década anterior. Además, hay una fuerte disparidad en la evolución de los salarios reales desde su punto más bajo a comienzos de 2002. Mientras los trabajadores “formales” del sector privado (aquellos que tienen contrato de trabajo, aportes jubilatorios, etc.) son hoy un 3% más bajos (en términos reales) que a fines de 2001, los trabajadores estatales y los “informales” en el sector privado (que en conjunto representan un 70% del total de ocupados) han visto caer sus salarios reales un 30%.
Por otra parte, la recuperación económica ha permitido que el nivel de empleo se incremente sostenidamente desde mediados de 2002. Sin embargo, aun falta mucho para alcanzar los niveles de ocupación de la fuerza de trabajo que prevalecían en el punto más alto alcanzado durante 1998. Además, continúan las tendencias anteriores a la precarización del empleo, pues a pesar de la recuperación del empleo industrial, crecen aceleradamente los puestos de trabajo en actividades informales, precarias, “changas”, etc. Esta dinámica es la que explica la débil reducción en los niveles de precariedad laboral y en la tasa de desocupación, que se encuentra según las últimas estimaciones oficiales en torno al 14% de la población económicamente activa (PEA).
Junto con la acelerada recuperación de la actividad económica, la combinación de ambos movimientos, caída en los salarios reales y recuperación leve del empleo, es lo que explica la caída en la participación de los ingresos laborales en el ingreso total. La contracara de esto es la violenta suba en la participación de las ganancias, rentas (por la propiedad de los recursos naturales) e intereses. De acuerdo con este desempeño en la estructura de ingresos, el impulso al crecimiento continuado solo podría provenir de la inversión y las exportaciones (que se ha convertido en más rentable, en términos potenciales al menos, por la fuerte caída en los costos laborales) así como el consumo de los sectores no asalariados (cuyos gastos representan alrededor de la mitad del consumo global).
Frente a la situación generada en el mercado laboral, el gobierno se encuentra trabajando para controlar los dos principales focos de conflicto. Por un lado, la creciente conflictividad al interior de las grandes empresas (en particular, las privatizadas) y el Estado. Por otra parte, buscando desestructurar la capacidad de confrontación de los sectores piqueteros.
En relación al primer punto, la actitud del gobierno es intervenir directamente buscando contener la protesta en dentro de los carriles “manejables”, otorgando o avalando aumentos de salarios en general de carácter “no remunerativo”. Siempre, sin embargo, estos incrementos salariales “controlados” se concentran en el sector asalariado “formal”, no pocos derrames hacia los estatales y los “informales”.
En lo que refiere a los sectores piqueteros, un punto esencial en la estrategia gubernamental es modificar la lógica del principal instrumento de la política social (el plan JJHD) a fin de limitar la capacidad de organización en torno a ellos. A este fin, iniciaron una política de contención y reducción en el número de planes, mientras que simultáneamente se está preparando una reforma más fundamental: la subdivisión del programa en tres grandes módulos. Primero, el plan Familias, orientados esencialmente a mujeres con más de tres hijos y a ancianos sin jubilación o pensión, cuya contraprestación sería la asistencia escolar y el control sanitario de los niños, bajo responsabilidad familiar. Segundo, el Plan JJHD y el Plan Manos a la Obra serían orientados a aquellos desocupados “empleables”, es decir aquellos que son considerados por el Estado como potenciales asalariados y/o “emprendedores”. Los primeros, futuros asalariados, sería obligados a “demostrar” una actitud proactiva en la búsqueda de empleo, mientras que los últimos deberían participar en proyectos producivos insertos en las “cadenas de valor” de empresas capitalistas.
Al dividir a los beneficiarios de programas sociales, se tornará más dificil la organización reivindicativa de los desocupados. Por otra parte, las mujeres (con hijos) son automáticamente definidas como “in-empleables” por lo que son expulsadas del mercado de trabajo y de actividades de carácter comunitario que habían comenzado a ocupar en el marco del plan JJHD. En tercer lugar, tanto las integrantes del plan Familias como aquellos que queden en el JJHD o el Manos a la Obra, son quienes deben “demostrar” que se esfuerzan para aducar a sus niños, vacunarlos, o buscar trabajo y conseguirlo, restando al Estado la responsabililidad primordial de atender estas cuestiones. Por último, esa responsabilidad que se carga en quienes se encuentran sin trabajo tiene como contrapartida sólo 150 pesos (hasta 200 pesos en el caso del plan Familias); parece muy poco para combatir el flagelo de la pobreza que hoy alcanza a más del 40% de los habitantes de la Argentina.

1.3 Deuda externa.
Uno de los ejes del discurso oficial ha sido la renegociación de la deuda externa. Se afirma que hoy el gobierno “enfrenta” a los acreedores, y que estaría haciendo un gran negocio a través de la reestructuración con quita. Veamos algunos detalles.
Primero, cabe recordar que la cesación de pagos abarcó solo a una porción de la deuda pública. Sólo el 54% de la deuda entró en “default” y está siendo renegociada. El resto (que incluye la deuda con los organismo internacionales de crédito y bonos por compensación a bancos, entre otros) se paga religiosamente. En los últimos dos años, por ejemplo, el gobierno argentino pagó a los OIC uno 8000 millones de dólares (24000 millones de pesos), lo que es equivalente a, por ejemplo, 7 veces lo que se dedica al plan Jefes y Jefes de Hogar Desocupado (JJHD).
Segundo, con la renegociación la deuda externa continuaría siendo de una magnitud considerablemente mayor a la que tuvimos en promedio durante la década pasada. En la actualidad la deuda externa representa aproximadamente 1,5 veces el valor creado en la economía argentina durante un año; luego de la renegociación la misma será equivalente a toda la producción de un año. En la década de los noventa, la deuda externa nunca superó el 55% de la creación anual de valor.
Esto explica que, a pasar de la supuesta buena renegociación, el gobierno está proponiendo alcanzar un superávit primario de 4,5% del PIB. Este superavit es equivalente a los recursos que el Estado Argentino destinará al pago de intereses por su deuda externa. Cabe resaltar que entre 1961 y 2001 el gobierno nacional tuvo un superávit primario en sólo 6 años y sólo en tres de ellos superó el 1% del PIB. Claramente el esfuerzo fiscal que se está haciendo es extraordinario y, más allá del discurso, se encuentra en línea con las exigencias del FMI (3% para 2004). Esto significa que el Estado argentino está dedicando cerca de un 20% de sus ingresos totales a pagar los intereses de la deuda externa, mientras mantiene cuasi-congelados los salarios públicos y continúa desatendiendo sus obligaciones en torno a la salud, la educación, etc.

1.4 Privatizadas, inversión extranjera directa y gran capital
En relación a la política pública en torno a las empresas privatizadas, es cierto que estas no han sido perjudicadas en cierta medida desde la devaluación, en particular dado que sus tarifas se han deteriorado en términos reales (es decir, han subido menos que la inflación).
Sin embargo, esto no significa un cambio global en la política hacia el sector. En principio, cabe recordar que la mayor parte de las empresas privatizadas obtuvo durante los noventa ganancias extraordinarias, y a pesar de ello (o gracias a ello) en su gran mayoría incumplieron con los compromisos de inversión que habían asumido. Por otra parte, en la actualidad en general están obteniendo una rentabilidad positiva por lo que un incremento en las tarifas sólo incrementaría sus ganancias sin garantizar una mejor provisión de los servicios. Los incrementos que se han producido en los últimos meses han implicado, en general, redistribuciones de ingresos desde las empresas beneficiadas con la devaluación hacia las privatizadas, ya que no ha habido aumentos fuertes en las tarifas a los hogares (en particular, producto de las denominadas “tarifas sociales”). Sin embargo, poco implica esto en términos de los ingresos de las privatizadas cuando muchos de los hogares no están pagando por el uso de los servicios y menos podrían pagar con tarifas aumentadas.
La política de participación pública en algunos sectores como teléfonos (re-estatización para re-privatizar) o petróleo (Enarsa), no marca cambios esenciales en la tendencia a dejar sectores estratégicos bajo el control del gran capital. En el primer caso, estaríamos ante una etapa de transición a una nueva privatización, donde el Estado no ha forzado a la anterior concesionaria a pagar el canon adeudado. En el segundo ejemplo, la estrategia es crear una empresa para facilitar la explotación de áreas no explotadas aun (en la plataforma continental, por ejemplo) por parte de capitales privados. Por esta razón, la empresa estatal no estaría en condiciones de efectivamente regular el mercado de combustibles argentino.
Por otro lado, continua en esencial la estrategia de los noventa de convocar, promover e incentivar al capital extranjero a participar en los grandes negociones que permite la Argentina post-devaluación. Los numerosos acuerdos establecidos con naciones asiáticas, en particular con China, no son más que una continuación de la estrategia de privilegiar al capital extranjero, junto con el gran capital “nacional”, en el desarrollo de emprendimientos importantes. Aquí vale hacer una salvedad. El gobierno sigue con la lectura tradicional de que el capital extranjero (a veces se habla del “ahorro extranjero”) es esencial para el desarrollo de una país periférico como Argentina. Esta lectura supone que el capital extranjero provee más que simplemente “dinero” pues si los emprendimientos requieren esencialmente fuerza de trabajo, maquinarías y tecnologías disponibles en el país, no hay motivos para requerir del capital foráneo. Por otro lado, cabe recordar que la inversión extranjera directa (IED) no vendrá a la Argentina con una vocación “solidaria” sino que lo hará para hacer negocios, y que por lo tanto su presencia supone hacia el futuro comprometer una porción creciente de nuestros ingresos para transferir las ganancias de la IED.
En lo que respecta al gran capital local (tanto “nacional” como “extranjero”), han sido estos los más beneficiados por la devaluación del peso. Tanto entre quienes operan y participan en la producción de mercancías exportables (alimentos, combustibles y derivados, esencialmente) como entre quienes participan en la “nueva” sustitución de importaciones, el gran capital es dominante y por lo tanto es quien se apropia mayormente de las ventajas de la devaluación (es decir, de la caída del salario en términos reales y en dólares). Cabe señalar, por ejemplo, que cerca del 75% de las exportaciones son generadas por las 1000 empresas más grandes del país. Aquí vale recordar que aun ahora, esta empresas pueden (legalmente) mantener hasta el 70% de sus ingresos de exportación fuera del país, es decir que mantienen un poder importante sobre la política económica.
Si bien hay un conjunto de pequeñas y medianas empresas (PYMES) que se han beneficiado con la devaluación, en la actualidad son las grandes las más beneficiadas y es lo más probable que en la competencia con las PYMES sean las primeras las que ganen, aun en este contexto más favorable.

2 ¿Una nueva estrategia de “desarrollo”?
La principal diferencia del gobierno actual en términos de política económica se concentra en la política cambiaria (es decir, de regulación del valor del dólar).
Durante la convertibilidad, el valor del dólar se encontraba atado al peso en una relación 1 a 1 y se mantenía relativamente bajo en comparación con la década de los ochenta. En la actualidad, el dólar se encuentra “liberado” del peso, pero el gobierno interviene (a través del Banco Central esencialmente) para sostenerlo en torno a los 3$.
Esta política de “dólar caro”, contrasta claramente con la estrategia de “dólar barato” vigente durante la convertibilidad. Sin embargo, ambas fueron instrumentos de los sectores dominantes para terminar de imponer un nuevo patró de valorización del capital.
Durante los noventa, el “dólar barato” fue esencial para facilitar (junto con otras políticas, como la reducción de aranceles, las privatizaciones, etc.) la “reestructuración regresiva” de la producción en Argentina. La convertibilidad fue parte de la estrategia del capital llevar adelante el ajuste y reorganización de la sociedad que atravezamos en los noventa, y que tuvo como resultado el empobrecimiento masivo de la población, el desempleo explosivo y la precarización general de las condiciones de trabajo.
En la presente década, el “dólar alto” busca aprovechar las “ventajas” creadas durante el período anterior. La debilidad estructural de los trabajadores, consolidada en década previa, es lo que permite aun sostener un “dólar alto” con salarios bajos, los más bajos de la historia argentina reciente. Esta situación es la que permite sostener enormes ganancias a los sectores exportadores (quienes pueden aprovechar las ventajas derivadas de la existencia de recursos naturales en abundancia), mientras simultáneamente los sectores industriales pueden competir en mejores condiciones aprovechando las más bajos salarios.

No comments: